martes, 31 de julio de 2012

La fábrica de porcelana. Una nueva gramática de la política (Antonio Negri)

Las primeras conferencias y seminarios de Negri -una vez obtenida la libertad de la que tantos años había estado privado- se convirtieron en espectáculos catárticos. De pronto, la figura más icónica del movimiento postoperaísta italiano se hallaba en medio de una nueva militancia contra la guerra, un movimiento multitudinario al que había que dotar de un nuevo léxico para que fuera entendido como potencia política, y no tan sólo como una multitud espontánea. Negri ha reconocido que las manifestaciones de Seattle de 1999 y la publicación de Imperio (escrito con Michael Hardt) le devolvieron el contacto con el mundo. Pero el intento de proporcionar una representación adecuada a la nueva escala adquirida por la ciudadanía global que se oponía a la guerra de Irak no siempre ha sido recibido con entusiasmo. Estas lecciones dictadas en el Collège International de Philosophie, en París, a finales de 2004 y principios de 2005, son una muestra de ello. Sólo empezar, Negri fue abucheado. Sus declaraciones en favor del "sí" durante la campaña del referéndum sobre el Tratado de la Constitución Europea provocaron reacciones violentas entre algunos asistentes de izquierdas.

La fábrica de porcelana presenta una transcripción de los diez talleres que tuvieron lugar, pese al clima hostil del principio. Aunque esta agitación no es nueva; recordemos que el pensamiento de Negri a menudo se ha desarrollado en un trasfondo de violencia. No obstante, el afán didáctico se impone. Los conceptos de multitud, biopolítica, biopoder, ciudadanía, gobierno, decisión, organización y otros son introducidos con un carácter pragmático y no utópico. Negri prescinde de los métodos filológicos para entregarse a una propuesta que estimula lo que denomina "nueva gramática de la política", una tarea urgente para subsanar el hundimiento de los criterios de valoración modernos asociados a la forma del Estado-nación. De ahí deriva la preocupación por ajustar las formas de valorización del trabajo inmaterial en que cada vez cuenta más la forma de producción hegemónica y menos la excepción; así como el derecho público subjetivo, un deseo creciente de participación en los procesos de gobierno para ir más allá de los moldes constitucionales que solo reproducen derechos, sin reconocer, por ejemplo, las nuevas condiciones de la emigración y los retos que plantea en los vínculos territoriales y jurídicos.

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